El mal trato a homosexuales es condenable pues se olvida que es un ser humano y que todos los hombres tienen derecho a ser amados porque Dios los ama.
El homosexual es un prójimo a quien debemos amar, con todo lo que esta palabra significa: respetar, comprender, consolar, perdonar, darle una gran dosis de esperanza, hacerle ver los bienes que encierra, intentar que viva en el amor y reprobar sus egoísmos, nunca justificarlo.
Tampoco podemos olvidar que el amor también es justicia y que la impunidad, agrava los problemas. La prudencia debe guiar nuestros pasos. Lo que no es lícito, es abrir juicio sobre su responsabilidad. ¿La educación familiar, escolar y ambiental recibida? ¿ Las circunstancias que ha vivido o sufrido? ¿Sus luchas y angustias padecidas? ¿Y qué autoridad moral tenemos para juzgar? Recordemos que "Quien juzga al prójimo, a sí mismo se está juzgando" y que "No juzguéis si no queréis ser juzgados". "Con la vara que midiéreis seréis medidos".
En todo momento debemos tener presente que no estamos "para apagar la mecha que aún humea, ni para quebrar la caña cascada", sino para ayudar a todos los hombres a alcanzar su plenitud en el amor.
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